Tienes que creer en la primavera.
Abrir la ventanas,
refrescar los alientos cargados de deseos,
abrir los armarios y cambiar de ropa,
hacer las maletas y salir de casa,
olvidar las costumbres que construyeron la desidia:
la cerveza para dos, el ascensor, el periódico doblado
con el crucigrama a medias.
No es fácil hacer limpieza,
los restos de piel se adhieren fuertemente,
como pertinaces pústulas coriáceas
que quieren quedarse a presenciar el espectáculo
de la prometida vida nueva.
La vida nueva,
que ya no nos engaña,
trata de pujar, cada vez más débil,
contra la aplastante verdad de cada día:
no es bueno vivir de recuerdos,
ni de proyectos incumplidos,
mira al frente, respira hondo, avanza un poco hoy.
Algo más mañana…
Tienes que creer en la primavera.
© Lorenzo Salas
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