Ahí fuera es martes
El niño se exaspera
Creo que hay un cura cocinero
La vecina de enfrente aplaude y me mira
La gimnasta estira que te estira
El Papa rezó solo bajo la lluvia
Tengo hambre
Tengo sueño
Me está creciendo el pelo
Hoy no me ha salido el sudoku
Sigue lloviendo
Dicen que es primavera
Dicen que queda poco
Dicen...
La radio sigue diciendo lo mismo
Las paredes caen en alud estrepitoso
No me he movido del sitio
¡Socorro!, ¿hay alguien ahí?
El grito tenía una duda dentro
Molly Malone died of a fever
Tú quédate en casa
Ahí fuera es miércoles
El niño se exaspera 
                              © Lorenzo Salas


Primavera


Tienes que creer en la primavera.

Abrir la ventanas,
refrescar los alientos cargados de deseos,
abrir los armarios y cambiar de ropa,
hacer las maletas y salir de casa,
olvidar las costumbres que construyeron la desidia:
la cerveza para dos, el ascensor, el periódico doblado
con el crucigrama a medias.

No es fácil hacer limpieza,
los restos de piel se adhieren fuertemente,
como pertinaces pústulas coriáceas
que quieren quedarse a presenciar el espectáculo
de la prometida vida nueva.
La vida nueva,
                       que ya no nos engaña,
trata de pujar, cada vez más débil,
contra la aplastante verdad de cada día:
no es bueno vivir de recuerdos,
ni de proyectos incumplidos,
mira al frente, respira hondo, avanza un poco hoy.
                       Algo más mañana…

Tienes que creer en la primavera.

© Lorenzo Salas



Lluvia

 
Melancólica tarde de lluvia.
Parecía que me miraba
el calamar gigante
desde su vitrina del museo.
La lluvia persiste,
seductora y arrogante.
La castañera no quiere mirarme.
Me tiende su negra, pequeña mano,
                    que retira
con algunas monedas de más.

Tiene veinte años.
Y sus manos también tienen veinte años.
La puta de la estación
aún sigue ahí,
                   plantada,
esperando a que aparezcan
los hambrientos soldados de los viernes.
La lluvia marca el ritmo
chirriante de la tarde.
El café se ha enfriado
mientras miro desde el interior
de mi vitrina del museo.
La lluvia cae lenta,
machacona y agónica.

La estampa del bar
no puede ser más triste:
                 individuo solo tras la ventana”.
Bueno: solo no.
El barman sigue con la vista
a la chica del semáforo
mientras va secando copas.

El barman suspira.
                   La chica se aleja.
La lluvia se obstina.
© Lorenzo Salas

Rápida...


Rápida, un sombra pasa por su frente.
No logra saber lo que has pensado tú.
Te mira.
             Tú no.
Parece que el arcoíris ya se ha disipado.
El arcoíris y el ruiseñor azul, el quetzal y la ballena.
© Lorenzo Salas


Partiremos


 
Partiremos
con el último cañonazo del atardecer.
¿Hacia dónde? –me preguntas.
Hacia todas partes.
Hacia donde
el tiempo
se estrecha, se refunde,
se condensa, se angosta,
se reduce a la nada.
Con la mirada detrás de las velas,
en medio de un viento irresistible,
me insistes: –voy contigo.
Pero, ¿cuándo se abrirá el agujero?
No sé. Espera.
Notarás la presión gravitatoria
cuando el tiempo
empiece a coagularse.
O la falta de presión,
no sé.
                                            Espera
a que suene el último cañonazo.
© Lorenzo Salas 
 
 Michael Nyman - Molly ( "Wonderland" OST ) 
 

No quiero la piel






No quiero la piel, quiero los huesos.
Quiero cada gota de sangre,
cada víscera caliente, cada tramo de intestino,
los tuétanos viscosos, la amarga bilis,
la saliva que me unta las heridas.
Lo quiero todo menos la piel:
los globos oculares y los sesos,
los riñones y la lengua;
la marea incesante del aire que atraviesa los pulmones.
Sobre todo, eso, la respiración;
el latido lento de tu corazón en mi mano,
que en cada embolada me dice que me quiere.
© Lorenzo Salas

 

¿Y ahora qué?


Y ahora... ¿ahora qué?
Los hombres a los que se les murió el alma,
los que nacieron sin alma,
los que la perdieron en los oscuros recovecos
de la mentira y la soberbia;
las mujeres que aparecieron de repente,
riendo indecentes entre la multitud
que parecía dormida,
que parecía muerta,
que parecía tonta.
¿Dónde estarán todos ahora?
En el recuerdo de algunos.
En el recuerdo.

© Lorenzo Salas