No quiero la piel






No quiero la piel, quiero los huesos.
Quiero cada gota de sangre,
cada víscera caliente, cada tramo de intestino,
los tuétanos viscosos, la amarga bilis,
la saliva que me unta las heridas.
Lo quiero todo menos la piel:
los globos oculares y los sesos,
los riñones y la lengua;
la marea incesante del aire que atraviesa los pulmones.
Sobre todo, eso, la respiración;
el latido lento de tu corazón en mi mano,
que en cada embolada me dice que me quiere.
© Lorenzo Salas

 

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